miércoles, agosto 17, 2005

Que cosa sucede... (completo)

Villa Broma en los mapas figuraba como un pueblo, aunque muchos no lo consideraban más que un caserío. Tenía 1100 habitantes y dos de afuera. Casi todos eran parientes. Los de afuera un día llegaron, como en realidad se arreglaban con poco ya que vivían en la calle, les gusto y decidieron quedarse. La gente se acostumbro tanto a ellos, que formaban parte del paisaje.
Los acontecimientos importantes causaban el consabido revuelo en Villa Broma. La boda de Mary y Jose no iba a ser lo contrario, aunque no dependiera de ellos.
Después de casi 13 años de noviazgo al final decidieron llegar al altar. Debido al tiempo pasado, deseaban una boda tranquila, en la intimidad. Con lo que el destino les tenia preparado, otra cosa seria y ni ellos se lo imaginaban, eso si con la ayuda de los de afuera y algo más.
Cuando lo decidieron era tres meses antes de la vendimia. El pueblo entero vivía del vino. Se jactaban de tener unos de los mejores de la comarca. Toda fiesta terminaba con las cogorzas del siglo.


Aprovecharon estas fechas, para celebrar la boda. Como la gente estaría dedicada a la vendimia, la deseada intimidad estaría garantizada. Los preparativos comenzaron, eligiendo la iglesia que no sería otra que la ermita del santo como correspondía. Después de ponerse de acuerdo con el cura, en día y hora. José se dedico a llevar los datos a la imprenta del tío Pepe, como lo llamaban. Este llevaba más de 40 años con su trabajo. Realizándolo casi artesanalmente, le daba un toque de sofisticación, eso sí, era medio despistado.
Encargo 100 invitaciones en papel blanco y con letras negras. Algo sencillo, sin ostentación.
El pensaba que todo aquello estaba de más. Las grandes celebraciones no le gustaban. Hubiera preferido pasar por el Juzgado, con la ropa de todos los días, estampar su firma con un sí ante el Juez y listo. Pero sabía que Mary lo anhelaba. Había esperado muchos años. Primero la mili, después los estudios, y después no sabia muy bien que, pero también ese después se había llevado otros 4 años, hasta que decidió pedirle que se casara con él. Por todo eso se lo merecía, no sería él quien se lo arruinara, después de todo sería la madre de sus hijos.
Se dividieron los encargos entre los dos. A él le toco el convite y las invitaciones. A ella lo demás.
Los abuelos de José vivían en una casa grande, cien invitados cabrían sin problema, pensó. Luego de la imprenta se dirigió a hablar con ellos y proponerles festejarlo en el jardín. Por esas fechas estaría terminando el verano, y la abuela lo tendría lleno de flores y verdor. Se pasaba todo el año cuidándolo, cuando llegaba el calor daba gusto sentarse en la hierba al atardecer a tomar limonada y admirar el paisaje. Creía que no existía sitio mejor que el jardín de los abuelos para la boda.
Los ancianos no se pudieron negar a las sugerencias de su nieto mayor. Como lo harían, si no solo era su preferido, luego de pensar muchos años que no estarían ya aquí cuando se casaran, sentían una emoción enorme ante el acontecimiento tan cercano.
José, tenía todo casi resuelto, le faltaba el convite, y para eso se dirigió a ver a su tía Pepi. Era la hermana soltera de su madre, una experta cocinera, sabía que se ocuparía de todo con la mayor precisión desentendiéndose él totalmente del tema.
Su semana terminó. No paró ni un minuto. Su cuerpo lo sentía, se propuso relajarse. Para él que mejor que irse a pescar. El lunes sería otra cosa- pensó, cogió sus bártulos y desapareció por dos días.
La vida en el pueblo transcurría con la normalidad habitual, menos para José y Mary. En especial para José, que sus sentimientos crecían, cambiando del agobio a la felicidad con los días que transcurrían.
Tío Pepe, le dio una fecha para buscar las invitaciones y ese día a primera hora estuvo ahí. Primer problema, el despiste del tío Pepe se presento. En vez de 100 invitaciones hizo 1100. José pensó que haría, le sobrarían un montón y saldrían carícimas. Pero como siempre, Tío Pepe no lo vio así, le dio las cien que necesitaba y las otras se las quedo. Más tarde, las metió en la basura, pero como eran muchas no las rompió pues estaba apurado por cerrar, llegaba tarde a ver el fútbol. El reciclaba el papel, y estas fueron a para a un contenedor fuera de la imprenta para esos menesteres.
En ese momento, pasaba un tal Rodrigo, el bromista del pueblo. Era un tipo simpático, que se jactaba de que sus bodegas eran las mejores del pueblo. En eso quizás tenía razón pues era reconocido en todo el país. Pero gozaba haciendo bromas a todos los que podía.
Se asomo al contenedor. Al observarlo y ver lo que había se le encendió la cara de satisfacción al venirle un flash mental de lo que podía hacer con ellas.
Ni lerdo ni perezoso, las cogió sin no fijarse antes si estaba solo, llevándoselas a su casa para trazar el plan de lo que consideraba la broma de su vida.
Ya en casa, las contó, y eran mil. Para llevar a cabo lo que pretendía tendría que trazar un buen plan. Para no despertar sospechas necesitaba un cómplice que pasara inadvertido. Le dio muchas vueltas al asunto, hasta que pensó en los de afuera. No existía nadie mejor, como siempre estaban tirados en un banco de la plaza, durmiendo la mona, la gente ya ni se fijaban en ellos, eran como muebles dentro del recinto, y por unas pesetas para vino harían lo que fuera.
Cuando llego la noche, salió en su búsqueda, se llevo una botella de tinto para terminar de convencerlos por si ponían pegas. Le costo bastante, pero en cuanto descorchó el tintorro, ya no hubo más resistencia y accedieron por un módico honorario, una caja de su mejor tinto. A Rodrigo le pareció justo y accedió. Sellaron el trato con un brindis los tres. Y para los de afuera esto era como un pacto de sangre, irrompible. Quizás nunca en su vida tendrían otra oportunidad como esta de tomarse seis botellas de unos de los mejores vinos del país. A su vez, Rodrigo, cuando regresaba a su casa, se relamía de pensar lo que se iba a montar.
Los de afuera, conocían a casi todos en el pueblo, y podían deducir a quien no dejarle invitación pues los novios las habrían enviado, lo máximo que podría pasar era que alguien recibiera dos, y en ese caso pensarían que habría sido un error.
Al amparo de la oscuridad de las siguientes noches se dedicaron con ahínco a repartir por los buzones las invitaciones con todas las prisas que 6 botellas de vino fino podían alentar.
Luego de que varias veces casi los pillaran, terminaron con todas y se presentaron en la casa de Rodrigo a informarle de la tarea concluida y cobrar sus honorarios. Con ellas se fueron a su banco de la plaza, volviendo a ser dos muebles en el recinto pues la mona duraría varios días.
Si bien Rodrigo no podía contar a nadie lo que había hecho, su satisfacción iba en aumento. Si el pueblo se enteraba ésta no se la perdonarían. En su foro interno le bastaba con saberlo él solo, tenia que sentarse y esperar que los acontecimientos se desarrollaran solos, ya había puesto su granito de arena en el destino, ahora solo a observar y divertirse de lo lindo.
Los días calurosos del verano transcurrían serenamente hasta que llego la vendimia y con ella la boda.
Los distintos vecinos se pusieron de acuerdo con el alcalde de que ante la amabilidad de la pareja de querer compartir su día señalado con todos, cosa que nunca antes había ocurrido, adelantarían los festejes de la fiesta de fin de la vendimia para que coincidiera con la fecha de la boda, en honor a los novios, y así podrían festejarlo por todo lo alto.
José y Mary, no estaban al tanto de nada, pues en un pleno del Ayuntamiento, se llego al acuerdo de guardar silencio para darles una sorpresa, eso sí, solo irían al convite porque en la ermita no entraban todos, eso era algo muy familiar. Que detalle, pensó Rodrigo que no se perdía ni una de las reuniones que se realizaron a los efectos la comisión de fiestas que formó el alcalde.
La semana antes del día señalado, los novios recibieron montones de regalos y felicitaciones alucinando a colores. Pensaban que amable la gente del pueblo. Seguramente los querían mucho, porque aunque no los habían invitado, tenían una atención con ellos. En el fondo comenzaron a sentirse culpables de no haberlos hecho con más gente, pero no podían si querían mantener las cosas en la más estricta intimidad.
Tía Pepi, se dedico los últimos días al convite. Lo único que dejo para el final fue la tarta. Para sorpresa, el señor alcalde, se presento una tarde en su casa y le comunico que en honor a la parejita, el Ayuntamiento la encargaría a una pastelería de la capital especializada en ello.
Cuando se lo contó a José, esto fue demasiado para él, y comenzó a sospechar que algo sucedía, pero su tía le dijo que no se preocupara, que en el pueblo después de tantos años de espera se ponían contentos con su boda, y como los querían a todos en su familia mucho, era una manera de compartir con ellos sus felicidad. Las explicaciones no le convencieron mucho, pero se quedo más tranquilo, bastante tenía con los nervios al acercarse el día señalado. Quizás tuviera razón.
El pueblo comenzó con los preparativos para la fiesta, se engalanaron balcones con mantones, guirnaldas de flores, banderas de colores. La Vendimia era la fiesta más importante y si le sumaban lo que algunos ya llamaban la boda del año, los preparativos se hicieron con más dedicación que lo normal.
José según se acercaba el momento estaba más nervioso, que le habría podido pasar el mayor de sus deseos por su cara que le daría lo mismo, no se enteraría de nada.
Y el día llego. Todo estaba listo. La fiesta de la vendimia comenzaba al mediodía y la boda era a la par, o casi.
Los amigotes de José le habían preparado la noche anterior al enlace una fiestorra de despedida de solteros que terminó casi de madrugada, con lo cual le costo bastante levantarse a las 9 de la mañana.
En circunstancias normales, con los nervios que tenia no hubiera dormido, pero una buena cantidad de vino hacen milagros. Lo único era la resaca. No podía soportar la luz cuando se levanto, después que el vaso de agua se estampara en su cara para despertarlo, como último recurso. Pues lo habían intentado con todo.
Tenía que despejarse y vestirse. A las 11 debía estar en la iglesia. Luego de una ducha y tomarse todo el brebaje anti resaca que le dio su padre, ya parecía mejor, bueno solo de aspecto pues su cabeza aun tenia martillos invisibles que la atacaban.
Se vistió. Espero en el porche, que su mejor amigo y padrino lo pasara a buscar para llevarlo a la iglesia. Su padre antes que se fuera le dio un abrazo, y le puso un ramillete de jazmines del jardín de su abuela en la solapa del traje. Dijo que era una costumbre familiar llevar eso en el ojal, que pensó que nunca vería cumplida en él con lo que había tardado en casarse.
Cuando llegó a la iglesia, saludo a los que estaban en la puerta antes de entrar. Eran las 10,55. Cinco minutos antes. Los nervios no le dejaban preocuparse de la hora. Sabia que toda novia que se hace rogar. La suya no iba a ser menos después de lo que él la hizo esperar, 13 años.
Los invitados entraban y se sentaban a la izquierda los de la novia, a la derecha los del novio. No paraba de saludar con la cabeza. Por un momento se dio cuenta que había más gente de la invitada. Le comento a su amigo y padrino ese detalle y este le dijo que seguro eran curiosos del pueblo. Su matrimonio había causado gran revuelo después de haber pasado tanto tiempo. Seguro venían a tener tema para cotillear en las partidas de domino. Se rieron juntos. Se relajó algo.
A las 11,45 hs. se puso más nervioso porque Mari no llegaba. Se habrá vuelto atrás? No podía ser. Hasta el cura estaba en el altar esperando.
De repente sonó el órgano, la novia había llegado.
La ceremonia fue muy emotiva, esta demás decirlo, como todas. La tía Pepi no paro de llorar toda la boda. Su nene se estaba casando, no se lo podía creer.
Al terminar, saludaron en el patio de la iglesia. Como era fin del verano, el día estaba soleado y hacia calor, pero soplaba una brisa que llenaba todo el recinto del aroma del jazmín que llenaba las paredes.

Todos estaban muy emocionados. Luego de saludar se subieron al coche que trajo a la novia y se fueron a sacarse las fotos de rigor al parque del pueblo. Existía un lugar donde todas las parejas iban a fotografiarse, pero que últimamente estaba invadido por los dos de afuera que habían acampado ahí mismo.
Cuando llegaron no estaban, menos mal pensó José, es el mejor lugar para las fotos. Estarán durmiendo la mona por ahí.
Luego de la sesión de fotos se fueron para la casa de tía Pepi al convite.
Al llegar les sorprendió la cantidad de gente que había. Parecía que estaba todo el pueblo. Hasta la banda del pueblo comenzó a tocar cuando vio el coche de los novios acercarse.
José no entendía nada. La gente les saludaba con la mano mientras pasaba el coche como si fueran autoridades extranjeras de visita oficial.
-Mary tu sabes lo que esta pasando? De donde salio toda esta gente. Si no falta nadie. ¿No era hoy la fiesta de la vendimia?
-No se, habrán venido a saludar. La fiesta era hoy, pero comenzaba al mediodia, será un detalle de su parte.
Al llegar a la casa de tía Pepi, los esperaba el alcalde y los demás concejales. Con una pancarta que decía “Felicidades a los novios”.
Detrás del alcalde, el tal Rodrigo que no podía más de la risa.
Cuando se bajaron del coche, el alcalde se acercó y le dijo.
-Todos hemos respondido a vuestra invitación con cariño hacia ustedes. Y aquí estamos.
José miro a Mary y demás del grupo de bienvenida, agarro del brazo al alcalde diciéndole…
-Puedo hablar con usted un minuto.
Se retiraron del grupo de bienvenida unos metros. José se sentía incomodo por lo que iba a hacer pero debía saber que pasaba.
-Señor alcalde, discúlpeme mi franqueza, pero nosotros invitamos solo a la familia, no a todo el pueblo. Solo invitamos a 100 personas y aquí debe haber más de mil.
El alcalde estaba sorprendido, y dijo…
-Pues todos hemos recibido invitaciones, - metió la mano en el bolsillo y saco su invitación dándosela a José.
Este la miro, y si tenía razón eran las mismas invitaciones. En eso recordó el despiste de su tío, pero juraría que las tiro a la basura a las que imprimió de más. Llamó a su tío Pepe para preguntarle que había hecho con las invitaciones que sobraron. El alcalde mientras pensaba que habría pasado. En eso miro hacia el grupo de bienvenida, y vio al tal Rodrigo que estaba rojo de hacer fuerza para no reírse, lo conocía bien, sabía que algo había hecho.
-José creo que ya se lo que paso, dijo el alcalde señalando al tal Rodrigo. Seguro fue una de sus bromas. No te preocupes, explicare lo ocurrido y nos iremos como vinimos, es tu boda no te la queremos arruinar. Solamente nos hizo a todos ilusión que quisieras compartir este gran día con nosotros.
José se sentía fatal por todo lo que estaba pasando. Y dijo.
-No, no me molesta, al contrario me siento honrado que estéis todos aquí, pero el convite esta pensado para solo 100 personas, como atendemos a 1100.
-Eso no es problema dijo el alcalde. Hoy coincide con la fiesta del final de la vendimia, haremos traer la fiesta aquí y la festejaremos contigo en el jardín de tu abuela, y si te parece bien, festejamos dos actos importantes para el pueblo juntos, tu boda y la vendimia. Ya averiguaremos mañana que hizo el tal Rodrigo con este lió. Déjamelo a mí. Tú disfruta de la boda con todos.
José accedió. Le contó a Mary lo que había pasado y estuvo de acuerdo. Tía Pepi también. Sería una boda en grande con tanta gente. Solo tardaron los del ayuntamiento en traer la comida y la bebida de la fiesta de la vendimia media hora.
La fiesta fue grandiosa. Todos comieron, bebieron y rieron hasta casi el amanecer.
El único que al final estaba amargado era el tal Rodrigo. No había habido ni gritos, ni enfados, solo diversión, bailes y brindis. Pero se tenia que quedar hasta el final, sino descubrirían la jugada.
Cuando ya amanecía, los novios se despidieron y se fueron. Los invitados también.
El tal Rodrigo agarro su coche y volvió a su casa, mal humorado, al final la cosa no había salido como él esperaba. Al llegar, vio la puerta del jardín abierta y le pareció raro. AL dejar el coche en el garaje encontró una botella de vino rota en el suelo, y pensó… mi bodega.
Salio corriendo escaleras abajo. Encontró la puerta rota y toda la bodega vacía, o casi. Su gran bodega, se la habían robado.
En la otra parte de la ciudad en ese mismo instante, otra fiesta se celebraba. En el parque los dos de afuera se habían reunido con unos amigotes a tomarse las botellas que habían incautado de la bodega del tal Rodrigo cuando no estaba. Pensaron que si les regalo dos caja por hacerle un favor no le iba a molestar que tomaran algunas más prestadas para hacer una fiestecita con los amigo. Él también había estado de fiesta, porque ellos no.

5 comentarios:

breton dijo...

interasante...
los cuentos q no tienen escrito el autor son los suyos??

Lucre dijo...

si Breton, son mios :)

Maldito Duende dijo...

Diosa... ando con poco tiempo, pero pase porque me lo pediste y aquí estoy, luego del trabajo leere con detenimienteo. Si bien acá no te comento nada sepa que me devoro este blog. Y en relación al nuevo formato. ¡ME ENCANTA!
UN BESO y gracias por tus conceptos.

Cross dijo...

Me ha gustado mucho el final feliz de la historia. Me tenía intrigado cómo ibas a solucionar la primera parte tan sugerente, y el resultado ha sido bastante bueno para mi gusto.
El nuevo diseño de la página es "muy chulo".
Un saludo.

Lucre dijo...

Maldito Duende :)

Cros gracias, en realidad desde que la empecé a escribir sabia como terminaba pero no se muy bien porque no la seguí, hasta que apareciste tu y me pediste el final.
gracias, si no hubiera sido por ti, hubiera quedado guardada en el recuerdo...