viernes, agosto 12, 2005

Que pasaria si

Que pasaria si... todos nos enfermáramos de inmortalidad, pero lo mejor de todo seria que no nos diéramos cuenta que lo estábamos...

Solo Teresa no lo cogió. Ella llego al pueblo, de una excursión por la sierra, que le había llevado toda la semana. No se había enterado que en la tarde del viernes de su partida, una tormenta cubrió toda la comarca. No llovió, solo fue polvo, aunque con un efecto raro. El viento traía hojas, ramas, polvo y algo rojizo sin determinar. Todo comenzó ese el viernes.

Cada persona tenia su rutina diaria fijada. Así doña Pepa, salía a la compra a las 10 después de llevar a los niños a la escuela. Así don Pascual, atendía la consulta desde las 9 a las 17 con dos horas para almorzar. Así doña Prudence atendía el estanco en el horario habitual. Todo era rutina, todo era igual día a día.
Después de la tormenta, todo parecia normal, sacando lo revuelto que podía haber quedado por la propia tormenta.
Cuando Teresa regresó siete días después, todo seguía igual, todos seguían con su rutina y ella no noto nada extraño. Dejo sus petates en su casa, y se dirigió al estanco de doña Prudence a comprar los ansiados cigarrillos que se había olvidado de llevar, y que durante una larga semana hecho en falta. Eso sí, le sirvió para darse cuenta que no lo podía dejar.
- Hola Teresa! - Dijo doña Prudence - Que tal el paseo?
- Bien, lo pasamos muy bien. Vengo por los cigarros que los he echado en falta un montón.
- A Ver cuando dejas el vicio.
- Creo que después de esta semana me será difícil.
- Hasta luego- La saludo y volvió a su casa porque se sentía bastante cansada.
Esa noche se fue a la cama temprano.
Al levantarse al otro día, salió para volver al estanco porque se había olvidado un libro sobre el mostrador. Y volvió a ver a doña Prudence.
-Hola Teresa! Dijo doña Prudence - Que tal el paseo?
-Bien, ayer le conté que lo pasamos muy bien, no se acuerda.
-Ayer, pero si ayer no viniste - Le contesto.
La sorpresa invadió el rostro de Teresa. Y pensó, creo que esta mujer desvaría un poco. Pero como no quería polemizar. No le presto atención. Busco su libro y se fue. Algo parecido le sucedió con doña Pepa que salía a las 10 para hacer la compra, y que se cruzo con ella cuando llegaba el día anterior. También repitió el mismo dialogo palabra por palabra. Teresa saludo pero se quedo pensando que algo raro sucedía. O todo el mundo desvariaba al mismo tiempo, o ella estaba trastocada un poco. Se sentó en un banco de la plaza, abrió su cajetilla de cigarrillos, encendió uno, y comenzó a observar a la gente.
Todo era normal a simple vista, pero algo sucedía. El pueblo estaba inmerso en su rutina diaria. Que era la misma del día anterior. Hasta la misma ropa llevan, -pensó-
Pero con el pasar de la semana la cosa se complico. Teresa se encontraba con la gente y los diálogos se repetían de día en día con textuales palabras. Ella creía que se estaba volviendo locos todos. Y así por meses. Un día simplemente, cuando la loca se creía ser Teresa, se dio cuenta que la única que seguía adelante con su vida era ella, ni las flores, ni los árboles cambiaban con los meses. Simplemente, ella era la única que envejecía.

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