miércoles, marzo 29, 2006

Crónica de un viaje - Parte I

Por Lukre

Había empleado muchas horas en ver las cartas, estudiando el rumbo a tomar. Todo estaba preparado con mimo y dedicación. Habían sido muchos años, pensando en hacer esto. El momento había llegado.
Lo primero había sido buscar el barco. Debía ser especial. En su memoria se quedó grabada una goleta de dos palos llamada Santa Ana, en la cual y por casualidad navegó hacia más de 20 años invitada por un alemán en Nassau. El amor a primera vista surgió apenas la vio, y supo que si alguna vez navegaba por los mares del sur, lo haría en una igual.

Ese viaje por las islas alrededor de Nueva Providencia fue excepcional, nunca en las sucesivas escapadas había sentido y disfrutado tanto con esos días en el mar, con el sol, buceando los mares cristalinos. Supo muy bien en esos instantes, que con el tiempo armaría un viaje a las islas de los mares del sur con su propio barco. Hay comenzó su sueño.
Empleo varios años en buscar una goleta parecida. Fue difícil, ya no se construían barcos así. La encontró en el puerto de Corralejo antes de subir al ferry que le llevaría a Lanzarote.
EL sol del atardecer, rojizo, se reflejaba en ese barco. Sintió, que de vuelta se encontraba con la Santa Ana. El corazón le dio un vuelco, y mientras el ferry se alejaba veía como su sueño se haría realidad. Necesitaba arreglos, pero no importaba, todo era cuestión de tiempo.
Tardaron más de dos años en ponerla a punto. La dejo fondeada en Corralejos, era un excelente motivo para escaparse de vez en cuando desde la península a Fuerteventura él tener que ir a ver como iba la restauración. Eso le servia para poder pasar unos días en su playa preferida en la isla, al sur de los Molinos. Solía quedarse en esa playa muchas horas mirando el mar y planificando con su cuaderno de papel reciclado por donde iría.

Cuando ya faltaba poco para terminar con los arreglos, alguien le pregunto que nombre le pondría. En eso no había pensado. El que tenia en la actualidad no le gustaba. No traía buena suerte según los navegantes cambiarle el nombre a los barcos, pero ella había leído en un viejo libro la costumbre de una tribu de las islas Salomon, que los dueños de las barcazas ponían los nombres de espíritus que les protegieran, sin problema de cambiarlos muchas veces. Así que como su rumbo era al sur, se aferro a esa costumbre. Pero que nombre le pondría. No tenia ni idea.
Le dio muchas vueltas, hasta que una tarde en San Juan de Luz en el sur de Francia, contemplando el atardecer a ver si veía el rayo verde, cosa que hacia siempre que iba por trabajo a Biarritz, y sin saber muy bien porque le vino a la cabeza un nombre, señora de la claridad. Era muy largo para un barco, así que le tradujo al ingles y quedo LadyShine.

Ya tenia nombre, ahora solo esperaría el bautizo.
EL momento se acercaba, tenia que decidir si lo haría sola o acompañada. No era fácil la decisión, Que otro loca o loco le querría acompañar en la aventura?
EL plan era primero, tirar para las islas de Cabo Verde en el Africa Occidental como primera parada antes de cruzar el océano Atlántico hasta la Martinica Francesa. Una vez ahí, y habiendo descansado unos días del cruce, rodear América del Sur, pasando por la costa de Venezuela, Guyana, Surinam y la Guyana Francesa hasta el norte del Brasil. Sabía donde recalar en Brasil, en una aldea perdida a 100 Km de Belén, llamada Joricoada. Aldea de pescadores, de difícil acceso por tierra, pero abierta al mar. Perdida en el tiempo. Las dunas y la falta de los llamados adelantos del mundo occidental, la hacían fascinante. Había escuchado muchas historias de ella, sobre como las dunas de arena en forma de luna se perdían fundiéndose con el mar por la orilla, y como en las noches de luna llena el brillo de esta hacia que todo pareciera de color plata. Tenia la intención de recalar unos días por ahí, para luego seguir por la costa de Brasil hacia el sur. Fortaleza, Cabo Frío, Natal, Recife hasta Salvador de Bahía. En Salvador quería recorrer sus calles, hasta la iglesia del Señor del Bonfin. Los brasileños creían que era un buen protector de los navegantes, y lo que se les vendría luego más al sur necesitaba protección, mejor era que pasara a invocar un poco de misticismo santo.
Seguiría por la costa hacia el sur, Río, Para Ti, Florianópolis, la isla de Santa Catalina. Ya había estado por ahí, en la playa de Joaquina, 17 Km. de playa virgen en forma de herradura. Sería bonito volver a visitarla desde el mar, así que la incluyo en el plan.
Seguiría hasta Punta del Este, un buen lugar para recalar, sobre todo en enero. Conocía el puerto y tenia todo lo necesario para repostar y descansar, viendo a viejos conocidos de la infancia.
La siguiente parada había pensado en Mar del Plata siguiendo siempre a la Cruz del sur, para saltar después a Bahía Blanca hasta llegar a la Península de Valdés para navegar junto a las Ballenas. De ahí hacia Rawson, Río Gallegos hasta Ushuaía. Desde este punto, lo que seguiría seria el azote de los navegantes. El Cabo de Hornos. Debía cruzarlo para poder llegar al Océano Pacífico y de ahí a Bora Bora, las Fitji y todas las islas que quería conocer.
Quién podría estar tan pirado como para subirse a un barco con una desconocida, que posiblemente salía de lo normal de la gente, digamos algo excéntrica, para enfilar para el sur?
Una buena pregunta, si señor.

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