Extracto del libro de mismo nombre de M. Gandhi
¿Qué es la verdad?
¿Qué es la verdad? El asunto contiene sus dificultades. En lo que me concierne, las he resuelto diciendo que es la voz interna que nos habla. Me preguntarán: ¿Cómo sucede entonces que hay diversos espíritus que conciben verdades disímiles y hasta opues¬tas? Ocurre que el espíritu humano tiene que pasar por innumerables intermediarios antes de elaborar una conclusión, y su evo¬lución no es la misma en todos.
La verdad jamás daña a una causa justa.
En la verdad, percibo la belleza: Ia des¬cubro a través de la verdad. Todo lo que es verdad, no apenas las ideas exactas, sino también los rostros francos, los retratos fie¬les y los cantos más naturales son objetos de belleza, e inclusive de inmensa belleza a veces. Son poquísimos los que saben dis¬cernir la belleza que emana de la verdad.
Sin duda, lo que a uno puede parecer un yerro manifiesto, a otro puede parecerle sabiduría pura. Y nada puede hacer, aun¬que sea víctima de una alucinación.
No tengo nada nuevo para enseñarle al mundo. La verdad y la no violencia son tan antiguas como las montañas. Todo lo que hice fue tratar de experimentarlas en la mayor escala posible.
El silencio ayuda mucho a quien, como yo, procura la verdad. En un estado de si¬lencio, el alma encuentra el sendero ilu¬minado por la luz más clara, y lo que era esquivo y engañoso, es resuelto por una claridad cristalina. Nuestra vida es una prolongada y ardua búsqueda de la ver¬dad. Y para alcanzar la cima más elevada, el alma requiere reposo interior.
Las creaciones realmente bellas apare¬cen cuando surge la comprensión verda¬dera. Si estos momentos son raros en la vi¬da, también son raros en las artes.
La verdad es como un inmenso árbol que brinda más y más frutos cuanto más se lo nutre. Cuando más hondo se excava en la mina de la verdad, más ricos son los des¬cubrimientos de las gemas allí existentes, lo cual abre todavía mayores variedades de servicio al prójimo.
Cuando la contención y la cortesía se unen a la fortaleza, esta última se vuelve irresistible.
Si aspiramos a ser hombres que caminan con la cabeza erguida y no sobre cuatro patas, comprendamos de una vez por to¬das que debemos someternos voluntaria¬mente a la disciplina y a las restricciones... Satyagraha no comienza ni termina con la desobediencia civil.
En todas partes veo que cunden la exa¬geración y la mentira. Pese a todos mis es¬fuerzos, no alcanzo a saber dónde se es¬conde la verdad. No obstante, tengo la im¬presión de que me aproximo a ella, a me¬dida que disminuye la distancia que me separa de Dios.
continuará
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